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Nabil Driouch
El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se esfuerza para esconder mucho polvo bajo las alfombras a través de sus sucesivas declaraciones sobre las fuertes relaciones que hay entre Rabat y Madrid.
Mientras que, en el fondo, estas declaraciones diplomáticas tranquilas y buenas del Ministro de Relaciones Exteriores de España son solo deseos que se los lleva el viento, que no representan la realidad de estas relaciones.
Muchos de los sucesos desmienten las buenas intenciones españolas hacia Marruecos y nos ponen ante muchas paradojas de lógica ibérica.
Lejos de las palabras adornadas del diplomático profesional Manuel Albares, que las arroja como granos de trigo en el camino donde quiera que vaya y camine, Madrid no ha dado ningún paso real para hacer realidad la reconciliación entre los dos países y superar la reciente crisis.
Por el contrario, muchos de los hechos ponen de relieve la continua mala intención del Gobierno de Sánchez hacia Marruecos, lo que hizo que España perdiera una valiosa oportunidad de abrir una nueva página con su vecino del sur.
Desde hace varias semanas, ha empezado una campaña organizada en los medios de comunicación españoles que intenta poner a Marruecos en una mala situación mediante reportajes y declaraciones dispersos. No sólo por la extrema derecha, cuyo representante prominente es el abogado Javier Ortega Smith, quien preguntó al Jefe del Estado Mayor del Ejército español si Marruecos representaba un peligro para España, sin embargo, el Jefe de Gabinete respondió que «No».
A pesar de esta negación, hay una gran maquinaria mediática y política que está trabajando constantemente para convertir a Marruecos en una amenaza directa para España, usando métodos que datan de la mentalidad de las guerras de la reconquista.
En el ámbito de la migración, esta máquina diabólica retrata a Marruecos como la principal fuente de amenaza, que envía a miles de inmigrantes.
Desgraciadamente, la Unión Europea está al tanto de estos rumores ya que el enviado de España en Bruselas, Josep Borell, intenta envenenar y empeorar la relación entre Rabat y Madrid desde el «caso Gali».
España pasa por alto todos los esfuerzos conjuntos de Marruecos a lo largo de décadas para combatir la migración ilegal.
En un momento en que el Sr. Albares estaba bailando al compás de las excelentes relaciones, unas manos escondidas dentro de Madrid estaban organizando una visita provocadora del embajador alemán a España. Madrid sabe con certeza que la visita será interpretada por Rabat como un gesto hostil hacia Marruecos.
De hecho, esto revela la debilidad de España, que siempre se ha demostrado como un niño llorando para cubrirse detrás de la falda de la Unión Europea y sus poderosas capitales.
El nivel bajo de la élite española ha afectado incluso a sus centros de investigación, que son incapaces de dotar a los centros de decisión de una lectura adecuada de los cambios estratégicos que experimenta el Mediterráneo Occidental, y que todos están a favor de Marruecos, sobre todo tras el reconocimiento de la Administración de Trump de la marroquinidad del Sáhara y la reiterada de dicho reconocimiento por parte de la Administración de Biden. Tal vez el problema reside aquí en los actores políticos españoles que rechazan aceptar lo que está pasando a su alrededor.
Hay que reconocer que el Gobierno de Pedro Sánchez carece de sentido pragmático y está dominado por una visión ideológica corta. Es más rehén de sus sentimientos que de sus intereses, y olvida que ningún país puede ser manejado desde una mentalidad «militante» y «entusiasta».
Esto no es raro si tomamos en consideración que España sufre debilidad a nivel de sus élites que toman las riendas en el país, cosa que le hizo perder peso y dejándose llevar por una visión de antaño.
Nabil Driouch, escritor y especialista en las relaciones hispano-marroquíes y autor del libro ‘La vecindad cautelosa’.
Traducido por Meryem Ghoua