Rue20 Español/ Granada
Morabito Guevari Al Gharnati*
In Memoriam
Mohammed Ibn Azzuz Hakim.
“La democracia no ha curado a España de su morofobia secular. Con más de ochocientas ilustraciones, La imagen del magrebí en España de Eloy Martin Corrales prueba que el insulto al vecino del sur es constante en nuestra iconografía”. (Javier Valenzuela: Perfidia moruna, El País 25 de mayo 2002).
“Por el alejamiento de los tiempos, por la ignorancia y la pasión religiosa, el trozo del pasado que ha visto al islam propagarse por las orillas de Mare Nostrum ha sido sepultado, cual una ciudad antiquísima, bajo unos escombros imponentes, un alud de mentiras, de leyendas de falsas tradiciones”. (Ignacio Olague, Les Arabes n’ont jamais envahi L’Espagne, Paris Flammarion, 1969).
La referencia a la fraternidad o hermandad entre españoles y marroquíes en los textos pre coloniales y en época del Protectorado es recurrente, y es uno de los principales tópicos retóricos entre los utilizados para justificar la colonización española en el Norte de África y en la actualidad esta aparente fraternidad sirve de justificación para dar paso a impostores, politólogos de pacotilla, tertulianos de poca monta que saben de todo y de nada, fabricando análisis desacertados, voceros a lo Sergio Lama, él de “lloro por mi España” que pululan por las redes sociales o en tribunas de opinión tipo Chiringuito o Salvarme de luxe de las dos orillas pretendiendo construir una diplomacia paralela. Menuda Jeta.
Lo morisco, el pasado hispano-morisco, es parte integral del acervo cultural, histórico, científico y literario de España. España, su historia y su legado cultural, no pueden entenderse sin tener en cuenta la presencia y la aportación de los moriscos. Además, hay que tener presente la singular importancia histórica y cultural de los moriscos conversos.
La Inquisición española con sus tres siglos y medio de existencia es, sin lugar a duda, una de las instituciones que más ha influido en la historia, el pensamiento, la ciencia, la cultura y la mentalidad de los españoles.
En España, durante siglos y bien entrado el siglo XIX, el principal componente de la maurofobia fue la guerra contra el musulmán de la Iglesia católica. El anti islamismo estuvo presente en la legislación de los concilios, los sermones y la literatura cristiana, influyendo de forma determinante en la legislación civil de los reinos peninsulares y en los sentimientos de las gentes. La mente del español esta formateada desde entonces para odiar y desacreditar al moro, le imputa las supuestas características de falsedad, traición, perfidia, maldad, espionaje (quinta columna).
“Doce siglos de estereotipos peyorativos sobre los musulmanes en general y los marroquíes en particular no han preparado a la población española para dar una cálida bienvenida a los inmigrantes procedentes del sur del Estrecho. Así, aunque los medios de comunicación y las organizaciones progresistas se esfuercen por denunciar la xenofobia y el racismo, mucha gente en la calle, y también en el gobierno de Aznar, asocia al marroquí con la suciedad, el ruido y la delincuencia. Lo constata Eloy Martin Corrales en su La imagen del Magrebí en España, un libro que explora un camino valientemente abierto por Juan Goytisolo y que, recién aparecido, ya puede ser considerado un clásico en esta materia”. (Javier Valenzuela: Perfidia moruna, El País 25 de mayo 2002).
El relato de la expulsión de los moriscos y el análisis de sus causas se fundamentan en 48 documentos procedentes de los más altos estamentos del Estado; incluyen cartas y memoriales autógrafos del cardenal primado de España y de los reyes Felipe II y Felipe III. Esos documentos habían sido adquiridos en Madrid, por Sir Richard Fox Vassal, segundo Lord Holland, en el año 1804.
Adquiridos a su vez por Rodrigo de Zayas en 1989, fue por quien llegó el escándalo en 1992 con su libro: Los moriscos y el racismo de estado, creación, persecución y deportación, arrojando una luz inédita y sobrecogedora sobre el mayor crimen de Estado de matiz racista en el que demostraba que la eliminación de los moriscos conversos era tan sistemática como concertada por los Reyes Católicos de la España del siglo XVI. hay quien sugiere que era un genocidio en toda regla. (Véase Pedro de Valencia, escritor extremeño 1555-1620, autor del tratado acerca de los moriscos de España, Algazara 1997).
Algunas medidas eran humillantes, pues quedaba prohibido el hábito morisco. También obligaban a mantener las puertas de las casas abiertas, lo que suponía una violación del derecho a la intimidad, despojados de tierra y casa, prohibida su lengua, proscrita su forma de orar, de vestir, de comer, incluso los más resistentes se vieron empujados a emprender el camino del exilio y, en muchos casos, tuvieron que irse con lo puesto. Otros creyeron —o prefirieron creer— que estaban ante una situación pasajera y se convirtieron al cristianismo con la intención de volver a la fe de sus mayores tan pronto como lo permitieran las circunstancias, o prefirieron exiliarse cerca de las fronteras, con todo, son muchos los puntos en común como el apego a su cultura, a su linaje español y a su lengua. Por último, la pérdida de los nombres árabes era particularmente importante, “pues suponía la desaparición de linajes y genealogías, y con ello, la desintegración de una estructura social”, según el antropólogo Julio Caro Baroja.
Ese viejo anti-islamismo de raíz religiosa todavía está vivo en diversas celebraciones y veneraciones cristianas que siguen teniendo lugar en diferentes lugares de la geografía española y en diversas celebraciones y veneraciones cristianas. Fiestas de moros y cristianos, la Toma de Granada, calles que llevan el nombre mata moros. El Ayuntamiento de Granada sigue organizando el Día de la Toma con la parafernalia, militar y religiosa, propia de una Cruzada.
Más de un millón de musulmanes de origen andalusí viven actualmente en Marruecos y la mayoría, como el hispanista Mohammad Ibn Azzuz Hakim, conservan celosamente su cultura vernácula: «Tengo a mucha honra ser descendiente de una familia que vivió en la villa de Cariatiz (provincia de Almería) y en cuyo árbol genealógico figuran 14 apellidos genuinamente españoles, como Murcia, Alicante, Redondo, Cáceres, Cárdenas, Rellán, Ruiz, Sarriá, Segura, Vera, Marchena, Ponce, Sobras y Abril».
Según Azzuz Hakim, el mayor quebrantamiento de las Capitulaciones de 1491 fue el Edicto del 14 de febrero de 1502, por el que los Reyes Católicos disponían la expulsión de los musulmanes granadinos, dándoles un plazo de dos meses para marchar hacia el exilio. Muchos de ellos fueron desposeídos de sus bienes, especialmente la plata y el oro, y tuvieron que malvender sus propiedades. Otros, cerraron las puertas de sus casas y se llevaron las llaves con ellos. Algunos, todavía las conservan como una reliquia familiar. El hispanista marroquí ha pedido al Rey de España que presida en Granada un acto de desagravio hacia los musulmanes andalusíes, en reparación de aquella expulsión injusta e ilegal que sufrieron sus antepasados hace cinco siglos. Un acto parecido al que ya presidió Juan Carlos I en 1992, con motivo del V Centenario de la expulsión de los judíos sefardíes: «Ambos colectivos tienen el mismo derecho moral a recuperar su identidad histórica en el Estado de Derecho de la España plural de nuestros días y a que se reconozca públicamente el viejo error cometido».
A S.M. Majestad el Rey de España, Don Juan Carlos I
Con su venia,
Tengo el honor de dirigirle esta carta abierta, motivada por el hecho de que próximamente se cumple el V Centenario del primer edicto de expulsión de los musulmanes andalusíes, dictado por los Reyes Católicos el 14 de febrero de 1502.
En efecto, el día 14 de febrero próximo se cumple el V Centenario del primer Edicto de expulsión de los musulmanes andalusíes, dictado por los Reyes Católicos, que fue el primer acto de la gran «Tragedia del Ándalus» cuyo acto final lo constituyeron los Edictos de expulsión de los moriscos, dictados por el rey Felipe III los años 1609-1610.
El primer edicto fue no solamente una afrenta pública al Islam y a los musulmanes en general, sino también un flagrante quebrantamiento de los solemnes compromisos contraídos por los Reyes Católicos en las Capitulaciones para la entrega de Granada, firmadas con el rey Boabdil el día 25 de noviembre de 1491 y en las que la fórmula « para siempre jamás » se repite nada menos que diez veces; “Todos sabemos, Majestad, la nefasta influencia que tuvo dicho Testamento sobre las relaciones hispano-marroquíes durante cinco siglos, que fueron de latente hostilidad y sus efectos continúan siendo hoy en día causa de tensión, desconfianza y recelo entre España y Marruecos; con el agravante de que los reyes sucesores de Isabel la Católica se ocuparon sólo de ejecutar la cláusula del mismo Testamento que trata de «hacer la guerra al moro en sus propios lares».
Es verdad que la medida de expulsión no afectó solo a los musulmanes andalusíes, sino que también hubo otro edicto anterior dictado por los mismos Reyes Católicos, de fecha 31 de marzo de 1492, por el que fueron expulsados los judíos sefardíes.
Es gracia que esperan merecer de V.M. los musulmanes marroquíes de origen andalusí, cuyo número supera el millón de almas, que ostentan con orgullo el apellido genuinamente español y conservan celosamente su cultura vernácula heredada de sus antepasados, que eran españoles cien por cien y por lo tanto sus descendientes tienen el derecho moral a recuperar su identidad histórica en el Estado de derecho de la España plural de nuestros días, donde desean tener, por lo menos, el mismo trato preferencial otorgado a los judíos sefardíes en la Ley de Extranjería.
Tetuán (Marruecos) a 31 de diciembre de 2001
Su humilde servidor Mohammed Ibn Azzuz Hakim
Ese olvido secular significaba, de algún modo, una complicidad constante con la expulsión. Por supuesto, este olvido no es sólo un asunto español. Atañe a Europa y Occidente. La amnesia europea al respecto apenas tiene fisuras. Nada más directo para comprender hasta qué extremos llega, que el libro de Christiane Stallaert, Ni una gota de sangre impura (Galaxia Gutenberg, 2006), que rastrea los paralelismos, ideológicamente ocultados, entre la terminología de la pureza en la España de la Inquisición y la Alemania nazi. Christiane Stallaert, hispanista y antropóloga, escribió hace años un ensayo sobre la construcción de la identidad española frente a lo diferente, moros y judíos. Al igual que éstos, se topó con la Inquisición. A medida que avanzaba su trabajo constató que los argumentos de pureza de sangre utilizados por aquel tribunal a partir del siglo XV para expulsar, juzgar y exterminar a una parte de la población podían ser comparados con la pureza étnica y racial que alegó Hitler para llegar a los mismos fines. Concluyó aquel ensayo, lo publicó e inició otro nuevo, que acaba de presentar. Ni una gota de sangre impura pone cara a cara la España de la Inquisición y la Alemania nazi.
A juicio del filósofo Eduardo Subirats, “Si España quiere ser intelectualmente algo, tiene que recomponer el pasado, integrando aspectos de su pretérito que fueron eliminados y rechazados sólo porque no llevaban el signo de la cruz. España aún no ha superado la atroz limpieza cerebro contra las culturas árabe y judía, ni ha hecho la transición cultural y ni tan siquiera la universidad ha cuestionado sus formas ancestrales, con consecuencias intelectuales fatales.
“La complejidad de nuestra historia requiere acercamientos posmodernos para reconocer las fronteras liquidas de realidades como Europa y el islam, especialmente si está escrito desde una tierra europea en la que hubo un tiempo …fuimos árabes …Porque el árabe fue el idioma culto de un España que legó al Renacimiento europeo nombres como Averroes o Abentofail, sin los cuales hubiera sido difícil que la ilustración naciera tal y cómo lo hizo.” (Emilio Ferrin).
España es un país obsesivo y fanático en la idea, y esto es así porque las ideas, aunque nazcan inocentes, siempre se acaban transformando en morales. Y la moral (la ley religiosa) está por encima de la realidad. Son ideas/intuiciones que creemos superiores y a eso nos tenemos que sacrificar. Esa forma de pensar sigue estando en nuestro país, en las profundidades, donde el monstruo va tomando forma, y en la superficie, donde se verbaliza a través de frases-llaves, estereotipos candorosos y cálidos que nunca se revisan a la luz de la razón. Tras la derrota contra Marruecos, los comentaristas, el seleccionador y los jugadores para justificar su eliminación del mundial y denigrar el contrario (Leña al moro), haciendo gala de ese odio secular al moro, dejando un reguero de comentarios con el que se podía fundar una religión de autoayuda. (Angel del Riego: El adiós del asturiano El confidencial 9/12/22).
Para el que fuera subdirector del País el belga Bastenier: Marruecos es, básicamente, lo que la gran mayoría de los españoles no quieren ser aquello con lo que no se identifican hasta el punto de la ofensa, y, sin embargo, hay extraordinarias probabilidades de que corra más sangre bereber, árabe, norteafricana, marroquí, por nuestras venas, que, de ninguna otra nación o colectividad, pueblo existente en el mapa contemporáneo”.
*Descendiente de moriscos granadinos.