Tánger, una ciudad transnacional

 

Rue20 Español/ Fez

 

Mustafa Akalay Nasser*

 

 

A Meriem Mastour Temsamani.

Tangerina afincada en la ciudad condal.

 

Hay que vivir con dignidad, sin dejarse intimidar.

Hay cosas por las que vale la pena sufrir”.

Jan Patocka: Libertad y sacrificio.

 

 

Tánger ha sido a veces, como otras pocas en la historia, lo mejor que puede ser una ciudad: escenario para el abrazo de culturas, símbolo de esa cierta nostalgia del futuro que caracteriza algunos momentos luminosos de la historia de los pueblos en los que la vida se vuelve inteligente, en los que la ponderación y la lucidez, y no el miedo, parecen presidir los actos de los hombres y las mujeres. La prueba, en suma, de que es posible el sueño de la paz y la tolerancia. Esa consciencia de Tánger, esa imagen soñada, es seguramente la causa de la fascinación que esta ciudad ejerce sobre quien la visita o quien, sin conocerla, la intuye. Tánger es una ciudad donde las dos orillas del Mediterráneo se miran a los ojos, una ciudad frontera, Tánger ya no es esa ciudad internacional de antaño, sino una ciudad transnacional en la actualidad, que vive cotidianamente en un espacio-tiempo poco nacional. (Michel Peraldi).

 

Tánger es oriente y también occidente, como todas las ciudades mediterráneas, heredera de numerosas civilizaciones, se alimenta cada día de los frutos culturales de África, de Europa, de Asia y de América. Ninguna religión de hoy se parece a las de nuestros antepasados. Ninguna tradición musical, literaria o arquitectónica. Todo ha sido abundantemente mezclado, todo removido o agitado, bien mestizado en la alborotada turmix de nuestro inquieto tiempo.

 

El mítico café Hafa de Tánger, abierto en 1921

 

Tánger es un buen lugar, privilegiado, una atalaya física, pero también moral para contemplar usos, costumbres e interpretaciones de uno y otro lado del mediterráneo. La intensidad y la permanencia de los cambios impresionan en primer lugar si se contextualiza el Mediterráneo, este mar ha sido en cualquier tiempo un lugar de intercambios de hombres, de mestizajes, de productos y también de ideas entre las ciudades y los países que lo rodean. Fue, también, un lugar de conflictos y de enfrentamientos hoy es tristemente cementerio de los harragas o espaldas mojadas.

 

Es en este marco de interdependencia y de necesidad de diálogo que existen unos puertos que acogieron Oriente y Occidente. Así, ciudades de ambos mundos representaron modelos específicos de multiculturalidad.

 

Sus habitantes se consideran ante todo como pertenecientes a sus ciudades, a sus imaginarios. Supieron entonces librarse de sus lugares de origen, para crear un espacio original de confluencia cultural como filigrana del ideal de ciudadanía y urbanidad. Es innegable que el mediterráneo ha sido un ámbito privilegiado de expansión de modernidad.

 

Tánger ciudad huérfana y sin identidad, tan proteica como las nubes que la recorren, fue durante mucho tiempo una fusión sin confusión de razas, culturas, religiones, lenguas, comportamientos, costumbres, una fusión milagrosamente convertida en realidad cotidiana, en realidad vivida” según Emilio Sanz soto y que con la instauración del estatuto internacional en 1923 se erigió en ciudad de la especulación monetaria, del tráfico de divisas y de armas, de los negocios fraudulentos. Todo se vende y compra al mejor postor, incluido el sexo, que se ofrece en la calle a precios ridículos o en los burdeles que la pueblan. Se convierte desde entonces en “ville de plaisir. (Eduardo Jorda)

 

En palabras de Javier Valenzuela Tánger canalla, cosmopolitay de dueño incierto ofrecía, si, amparo a disidentes de muy variado pelaje; era, multicultural, poliglota y tolerante, y, si, asombraba por su belleza y por muchas de las juergas que tenían lugar en sus villas y hoteles. Pero Tánger también era clasista, sucia, violenta y cosas peores. Como sus parientes Alejandría y Beirut, era más maquillaje que cuerpo, más decorado que guion, más labia que acción”.

 

Tánger, aquel Tánger Internacional, fue una deliciosa mentira. Lo dijo Emilio Sanz de Soto, exquisito diletante, tangerino multidisciplinar que hizo todo y apenas escribió algo: hojas sueltas, entrevistas, cine, con esa generosidad que tienen los corazones desprendidos para dejarle la gloria a otros. Emilio Sanz de Soto, que llegó a perfilar con tino a Luis Buñuel —con quien colaboró— en las páginas de El País, formó parte del círculo intimísimo de nuestro autor, Ángel Vázquez. “Era ese círculo por el que brujuleaban Chukri y aquella Jane Bowles que supo ver la tragedia sexual de Vázquez y al que la americana, tan suya, adoptó como un par, como un confidente triste; una víctima de la ‘peor España’, o de la mentalidad de la” peor España’ capaz de traspasar el Estrecho y colarse, negra, en ese París africano —Tánger— que fue una casi fiesta. (Jesús Nieto, Zenda 2018)”.

 

Existió también un Tánger que ya tampoco existe, que describió el que fuera director del diario de España de Tánger Eduardo Haro Teglen en el prólogo del libro catálogo de la exposición fotográfica “Tánger en Blanco y Negro” organizada por el amigo y autor de Vademécum del español urgente, Alberto Gómez Font, escribiendo lo que sigue:

 

“Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo y probablemente se instala para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira”.

 

Yo hablaría de una sociedad jerarquizada propia del apartheid sudafricano ya que el extranjero estaba favorecido jurídicamente y se sentía en su casa mientras los autóctonos sí que eran extranjeros en su tierra. Esta ciudad Tánger internacional suena a puro teatro y falsedad bien ensayada como cantaba la Yiyi de la canción latina La Lupe:

 

Igual que en un escenario
Finges tu dolor barato
Tu drama no es necesario
Ya conozco ese teatro.

Teatro,
Lo tuyo es puro teatro
Falsedad bien ensayada
Estudiado simulacro.

 

Este lavado de cara que le han dado o mejor dicho las reformas emprendidas en esta última década han ido alterando el paisaje urbano de Tánger, hoy casi irreconocible para muchos viejos tangerinos que han visto desaparecer muchos de los emblemas de su patrimonio compartido como es mi caso: nada queda de la atractiva avenida de España y su paseo escoltado de palmeras traídas de Elche, ni los viejos balnearios como Asociados, Miramar, Neptuno, Mistral, Deportivo, Emma, Coco Beach o la gran torre de vigilancia, verdadero icono de la playa.

 

Tánger, esa ciudad compacta hasta los ochenta se convirtió hoy en una ciudad dispersa e improvisada que se esfuerza por responder a lo más urgente, reparar un no urbanismo sin arquitectura, limitándose simplemente a la instalación de infraestructuras mínimas para permitir, en un futuro impreciso, la integración de una sociedad urbana de transición carcomida por la nostalgia de un pasado remoto.

 

“Los tangerinos pasan su tiempo sentados en los veladores, sin café ni refrescos, sin prisas ni quehaceres, en el mismo lugar en el que se colocaron el día de la pérdida del estatuto internacional y de la huida masiva de los capitales a la costa del sol. El mundo se está unificando por el lado malo, porque los adolescentes visten Chándal de pantalón ancho y gorra con la visera hacia atrás como si estuvieran en Brooklyn en lugar de en Babilonia.

 

Los más viejos todavía conservan en la mirada el brillo de la esperanza, pero en el fondo de sus corazones parecen satisfechos de haberse quedado allí dedicados a la narración de otros tiempos. Todos miran hacia las costas andaluzas. Las terrazas y las sillas están orientadas al norte. Nadie mira hacia dentro de Tánger, porque creen todos que eso es mirar hacia atrás en el tiempo.” (José Luis Serrano, 2008).

 

*Mustafa Akalay Nasser, director de L’ Esmab, UPF, Fez.

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