Aproximación cronológica a la actual crisis hispano-marroquí

 

Rue20 ESPAÑOL /FEZ

Ismail El Khouaja

Todo el mundo vio con buenos ojos la formación del segundo gobierno de Sánchez. Fue el primer gobierno formado en su mayoría por mujeres en la historia de España.
Hecho que augura la teoría de que el mundo será gobernado por las mujeres.
Sin embargo, este histórico gobierno empezó a demostrar una cierta flaqueza en cuanto a la gestión de algunos sectores.

Primero, porque se trata de un gobierno de alianza que no tiene la mayoría absoluta para gobernar cómodamente; segundo, por falta de pericia de algunos de sus ministros, sobre todo la titular de la cartera de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, en posición de Arancha González Laya.

Esta ministra abandonó su puesto en Bruselas para venir a reposicionar a España en la UE y en el mundo.
Sin embargo, nunca llueve a gusto de todos. Esta ministra solo logró perjudicar las relaciones con su vecino y principal socio económico, Marruecos.

Así entones, tras dos meses de dimes y diretes, ayer jueves se confirmó que González Laya, apodada «González Líos», fue quien posibilitó la entrada a España al presunto líder del Polisario, Brahim Ghali. Un hecho que desató una crisis sin precedentes con Marruecos.

Evidentemente, la veracidad del aserto tendrá más consecuencias en las relaciones diplomáticas entre ambos países.

El Gobierno de Sánchez lo estudió todo con Argelia para la acogida secreta de Ghali. Falsificaron su pasaporte y su identidad. Le hicieron bajar en una base militar… Pero, por indiferencia o estupidez, olvidaron que la Inteligencia marroquí lo acecha todo, por lo cual solo consiguieron la ruptura de la confianza que mantienen los dos países hace ya siglos, así como entrar en un callejón sin salida.

Marruecos nunca cuestionó la soberanía de España sobre su tierra, no quiso acoger a los independistas catalanes en su tierra, ni los apoyó en su derecho por la independencia.

Marruecos siempre le tendía la mano a España en sus peores crisis, a pesar de los históricos y arraigados conflictos que rigen las relaciones entre ambos países. A esto se le llama diplomacia en mayúsculas.

Está claro que en pleno siglo XXI y a pesar de la proximidad geográfica, España y su pueblo poco saben de Marruecos.
Al pueblo se le disculpa porque está enjaulado por los medios de comunicación que sólo le retratan a Marruecos como una ex colonia, el país del desierto, harén, hamams, danza de vientre, camellos y un largo etcétera de representaciones que no tienen nada que ver con la realidad.

Aun así, el pueblo español asume su responsabilidad porque sólo lee en español. Es verdad que toda nación tiene que dar prioridad a su lengua materna, sin embargo, esto no impide abrirse al mundo y aprender más lenguas.

El pueblo español tiene que aprender lenguas para ver el mundo tal como es. Esto ayudará a eliminar los prejuicios heredados y ahora fomentados por el discurso de VOX que llegó a calar en buena parte de la sociedad española.

Sin embargo, el gobierno de Sánchez no tiene excusa. La declaración del titular de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, «El Marruecos de hoy no es el Marruecos de ayer» vino para espabilar a Sánchez y a su gobierno que ha demostrado un corto de miras en lo que respecta a la gestión de la política exterior de España para con Marruecos.

Por qué razón y bajo qué criterio rompió Sánchez la tradición de la Moncloa consistente en volar a Marruecos una vez tomadas las riendas del nuevo gobierno español.
Tendrá Sánchez sus razones, pero esto no el problema. La gota que colmó el vaso fue dar secretamente cobijo médico al presunto líder del Polisario, Brahim Gali, sin informar a Marruecos.

Como bien manifestó Exteriores en un comunicado muy subido de tono, este hecho tuvo un mal impacto en cuanto a la confianza entre los dos países se refiere.

El Gobierno de Sánchez no manifestó ninguna voluntad para solucionar el conflicto antes de que se convirtiera en una crisis sin precedentes, solo comparable con la del islote de Perejil en 2002.

Sánchez dio rienda suelta a su ministra de Asuntos Exteriores, González Laya, para resolver la crisis, pero sólo agravó aún más las cosas por su mala gestión y sus irresponsables declaraciones que tensaron en exceso la cuerda, lo que apresuró a que Sánchez encargara a la vicepresidenta Carmen Calvo para resolver la crisis con Marruecos, un mensaje en clave para la impericia de Laya.

Evidentemente, se espera que en la remodelación del gobierno programada para el próximo mes haya un baile de ministros.

Lo cierto será que Laya podría tomar la puerta de salida y ser el primer chivo expiatorio del gobierno de Pedro Sánchez. A Laya tenía que saber que las declaraciones del ministro de Exteriores se examinan con lupa, ya que cualquier palabra que no está en su sitio puede crear conflictos entre países.

No obstante, en los últimos días las declaraciones de Laya iban de más a menos. Sus declaraciones el pasado domingo a La Vanguardia de que «estamos abiertos a escuchar a Marruecos sobre el Sáhara» fueron un giro copernicano en su política, pero era demasiado tarde.

Marruecos había desactivado el diálogo con el Gobierno de Sánchez y sólo responde con hechos de conformidad con las altas instrucciones reales ipso facto ejecutados.

El primer golpe fue la exclusión de los puertos de España de la Operación Paso del Estrecho 2021 por segundo año consecutivo. Un duro golpe para la economía española, principalmente para Andalucía que salió a condenar a su propio gobierno por desatar una crisis con Marruecos.

El segundo golpe fue la exclusión de España de las maniobras «León Africano 2021» que se celebraron en varias zonas marroquíes entre las cuales la región de Al-Mahbas a unos pocos kilómetros de Argelia.

Esta edición ha conocido la participación de varias potencias entre las cuales Estados Unidos, un país que lleva 7 meses ignorando a España.
Otro descomunal fracaso de la política exterior española.

El tercer golpe fue la no invitación del embajador español en Marruecos para enterarle del Nuevo Modelo de Desarrollo.

El cuarto golpe fue aplazar la renovación del gasoducto que une Argelia-Marruecos-España, y las consecuencias económicas de esta decisión para España… Continúan los golpes.

Marruecos todavía tiene más cartas a jugar, sobre todo el acuerdo de pesca.

España se dio cuenta de que las cosas iban de mal a peor, por eso, ha cambiado el tono en sus últimas declaraciones para apaciguar la tensión y solucionar cuanto antes la crisis antes de que Marruecos frenara el acuerdo de pesca que va a ser un grave problema para la economía española.

Sin embargo, además de los golpes económicos, a mi entender el hecho de destapar la modesta posición de España a nivel internacional, así como poner a su democracia bajo tela de juicio fue el mayor golpe.

Desde su estallido, España quiso europeizar la crisis. Colgó muchas esperanzas para que el Parlamento Europeo condenara la posible «presión», a juicio de los españoles, de Marruecos al utilizar la carta de migración.

Sin embargo, el Parlamento Europeo frustró las expectativas de España al no condenar sino «rechazar» la actitud adoptada por Marruecos.
Lo cual no constituye ningún peligro para Marruecos.

Luego de este fracaso, España quiso internacionalizar la crisis con Estados Unidos en la cumbre de la OTAN.
La Moncloa vendió ese encuentro de Sánchez con Biden como una reunión de alto nivel.

Sin embargo, todo el mundo fue testigo del ridículo pasillo de 29 segundos que costó a España 6.3 millones de dólares.
España quiso empañar la reputación de Marruecos, pero todos sus intentos se vieron frustrados.

Así, la política de España ha destacado por su falta de pericia, y esto plantea varias preguntas: ¿para qué buscar cuatro patas al gato? ¿Por qué intentar esconderse detrás de la Unión Europea y Estados Unidos, cuando se trata de una crisis bilateral? ¿Por qué España no activó desde el principio el diálogo con Marruecos?

El mero planteo de estas preguntas dará a entender la debilidad de España en cuanto a la resolución de conflictos bilaterales sin la ayuda de otros países.

Como dice el refrán: «no hay mal que por bien no venga”. Esta crisis seguramente va a replantear la postura de España hacia su vecino sur. Indudablemente, la crisis no está a favor ni de España ni de Marruecos. Pero a veces desatar una crisis podría ser la mejor solución para la resolución de conflictos.

A mi entender, los dos países no están condenados a entenderse, como solía decir el rey Hassan II. Hoy en día las relaciones entre los países se basan por el pragmatismo y los intereses comunes.
Los marroquíes no tienen que pedir a España y a los españoles a que cambiaran su mirada, a veces racista, hacia Marruecos.

Es muy difícil hacer olvidar las representaciones heredadas en la era del colonialismo.
Esto viene sólo y sólo lo lograrán las futuras generaciones de cuyo avance tecnológico nada sabemos.

Seguramente palabras como “moro” o “bourak’a” no figurarán en su vocabulario.
Ahora lo que tiene que hacerse es mantener buena vecindad basada en el respeto y el principio ganador-ganador, así como plantarse ante cualquier problema que amenaza la soberanía y la dignidad del pueblo marroquí.

 

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